23 de agosto de 2009

primera parte

junto a mi soledad de niño medio dormido, ella se queda y paciente, me explica exactamente cuanto me quiere.

(ronronear junto a ella, cuando como niña caprichosa se desviste y el calor de su cuerpo me despierta a las tres de la mañana), besarla toda, durante todo el día, no comer, no salir del cuarto, deshacerse apenas de las sábanas, perder la ropa debajo de la cama: junto a los monstruos y la mugre del pasado, junto a lo inútil; ignorarlo todo y concentrarse en ella (lo más fácil del mundo), en besarla saboreando lentamente toda su boca, sin desesperación ni urgencia; en acariciar sus pezones y jugar con sus costillas.

(...)

hay que soltar su mano cuando dice adiós (creerías que hay mil cosas más difíciles en el mundo, si no sabes de lo que hablo), y no olvidar decirle en voz alta, te quiero.