23 de febrero de 2011

De como me siento cuando cumplo años

la vejez:

ya estoy mayor, me siento viejo y grande, con barba, panza y recuerdos de la revolución aunque soy lampiño, anoréxico y la única revolución que he presenciado es la de Pep Guardiola en el Barsa. Pero así es la vida, agotado y apenas tienes para resumir 25 años en como 10 minutos de película. Apenas da para un cortometraje de arte, o un cortometraje trabajo escolar (¿cuál es la diferencia? a ver, a ver), de los que hacen mis amigos los estudiantes de ciencias de la comunicación (nos dan una cámara pitera y nos sentimos cineastas de los buenos, no mamadas), es decir: humillante la cosa. Pero aún así con tan poco tiempo en pantalla uno se cansa, se siente viejo, que va a estar solo toda la vida, con el perro.

el caso es que hoy también es mi cumpleaños y no soporto la vejez, pero peor, no soporto a la juventud con su estupidez irritante; me siento uno de esos viejos gordos y amargados, con dos familias, que apenas ayer estaban tratando de destruirme personal y profesionalmente en la oficina: ¡noticia amigos!, ahora soy uno de ustedes, ¿quieren pruebas?, vean como destruyo la confianza de este pobre imbécil, que tuvo la mala suerte de tener como 20 años, verse de 15 y ser pasante del servicio social.

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disertación amorosa 1:

de repente me enamoro y me siento rejuvenecido, desaparece la panza o me convenzo de que nunca existió esta amargura, dejo de leer mis pasquines revolucionarios, escucho puras canciones de amor del pop más fresa y además frases como esta:

"Por cojones. No son las palabras más correctas para empezar un texto, pero definen muy bien el arrojo de los personajes centrales de la última película de los hermanos Coen. Las cosas les pueden salir muy mal, igual les vuelan la tapa de los sesos, se mueren por las picaduras de las serpientes o los indios los liquidan, pero van."

me parecen que hablan de amor, del amor que siento por la belleza de SUS ojos inexorables. Y hago un plan: me le voy a acercar mañana. No me importa estar borracho, que ella esté borracha o que no sea real, me le voy a acercar y le voy a decir todo lo que siento, se lo diré en la cara y que lo tome como quiera, aunque después no se acuerde ni de mi nombre, de mi cara ni de la poesía que le dije era mi favorita, aunque yo no soporto la poesía; pero la soportaría por ella. Me haría aficionado a cualquier Neruda por ella. No me importan mi panza ni estos oficios y esas circulares que ya se vio, hoy no voy a terminar porque el amor me ha convertido en el más feliz de los pobres diablos de este edificio. Y en este estado uno no puede terminar oficios, ni siquiera empezarlos, se corre el peligro de que se conviertan en cartas de amor o de que pierdan ese eficiente y oficioso tono de formalidad y adquieran, aquí y allá, algún liricismo inoportuno y patético.

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disertación amorosa 2:

no me soporto enamorado, me acuerdo de esos días y me entra un escalofrío y un dolor de panza, mucho más acorde con mi edad, mis canas, la expresión de mi cara, mi calva ridícula y los puntapies que le doy en el camión a los mocosos de secundaria y sus novias.

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la vejez 2:

me descubrí haciendo la tesis pero sobre todo lo poco que me importaba. Fue un descubrimiento digno de cualquier espía; del mejor de los espías, debería decir. Así que la abandoné. Imprimí las hojas que llevaba y las quemé simbólicamente, valiéndome madre el calentamiento global y los árboles que heroicamente murieron para que pudieran fabricarse las 80 hojas.

ya estoy viejo para estos arrebatos juveniles, es como si ahorita mismo me fuera a la selva y tratara de morir como mártir de alguna revolución.