24 de mayo de 2011

tanto amor por tantos equipos

es ya tardísimo, y debería irme a dormir, pero en lugar de eso estoy decidiendo entre si por fin, al irme acostar, empezar a ver I Saw the Devil o ponerme a escribir. Todo parece indicar que han ganado las ganas de escribir y la película tendrá que esperar algunos minutos. Y bueno, ya que estoy dándole a mi writemonkey, escuchando mi playlist de hora y media que se me antoja más bien cortito, ¿de qué debería escribir?, supongo que de amor, como siempre, pero de un amor diferente.

verán, el otro día, mientras rumiaba una inesperada derrota de mis queridos Toros de Chicago, entró en mi una sensación de hartazgo, provocada por una repentina claridad de pensamiento a su vez -provocada-, cosa rara, por un enojo estúpido e irracional; era incapaz de perdonar a Derrick Rose por no haber hecho más para que no perdiéramos contra un equipo tan mediocre como el de Atlanta. Lo raro era que, más temprano, a las primeras horas de la tarde, los Pumas acababan de darle la vuelta al marcador a un partido que, dado el pesimismo característico del aficionado promedio de los Pumas, se antojaba más bien imposible, y aún así la derrota de los Bulls me tuviera de tan mal humor.

caí en la cuenta de que tengo demasiados, pero demasiados compromisos sentimentales con equipos deportivos. Ahorita, me encuentro en una situación relativamente afortunada, mi equipo favorito de fútbol en México, los Pumas de la UNAM, acaba de ser campeón; el Barcelona se calificó a la final de la Champions League en Wembley y la jugará este sábado 28 de Mayo contra el Manchester United, y por último, los Toros de Chicago se encuentran en la antesala de las finales de la NBA por primera vez en 13 años. Pumas se enfrentó contra un muy buen equipo (de horrible afición) que le vendió carísima la derrota, así que su triunfo en ningún momento estuvo seguro ni sus aficionados nos sentíamos confiados, por lo que toda esa final fue muy desgastante. El Barcelona viene de una corrosiva, horrible y virulenta serie de 4 partidos contra el Real Madrid donde acusó lesiones, presiones psicológicas y una horrible baja de juego que a nadie nos tiene tranquilos y, lo peor de todo, enfrente tiene a un muy buen equipo que bien podría el próximo sábado obtener el triunfo y dejarnos tendidos, a los jugadores en el campo y a nosotros los aficionados, en algún bar, sin muchas ganas de emborracharnos todavía, muy cerca el recuerdo aún para empezar a olvidarlo todo con métodos tan burdos.

la situación de los Bulls es caso a parte: completamente desesperada. Nuestro base súperestrella y actual Jugador Más Valioso de la liga no está dando el ancho en el momento más decisivo de su carrera y un equipo conformado por tantos muy esforzados mediocres (sus comparsas Luol Deng, Joakim Noah y Carlos Boozer), no tiene oportunidad ante el Monstruo de Tres Cabezas de Wade, James y Bosh que juegan del lado del Heat si su superestrella de repente ha descubierto que no, no es tan bueno como el pensaba ni mucho menos como nosotros, aficionados ingenuos y un poco idiotas (somos aficionados, después de todo), pensábamos.

el asunto es que esto es desgastante, hasta hace poco me tomaba a broma mis tristezas prolongadas después de una nueva eliminación de Pumas en liguilla, otra victoria canalla del Real Madrid u otra paliza desengañadora de los Bulls a manos de los Celtics de Boston, pero hasta yo me he empezado a dar cuenta que ese blues va muy en serio: me nubla la mente y me arruina el día, inmovilizándome provocándome una angustia ineludible, una sensación de que la vida no es una caricatura: los buenos pierden y los malos (que son el equipo contrario, quien quiera que sean) siempre ganan. Demasiado seguido y demasiado siempre de hecho. De que nada va a estar bien.

tome la decisión, en ese momento, de alejarme de los deportes, no tengo necesidad alguna de esta tristeza, de lecciones de vida los fines de semana que deberían ser de relajación y descanso y no de complicadas enseñanzas indescifrables, casi zen; de soportar estoicamente otra derrota mientras por dentro me lleva el carajo.

pero no pude, no sé porque pero no pude, supongo que esto es amor, porque cuando menos me había dado cuenta ya estaba frente a la computadora siguiendo el marcador al momento de los Bulls.

es que esto es un cariño y apego no a los colores, ni a una institución ni a un ídolo, esas estupideces las tienen que decir los cronistas porque es su trabajo, un trabajo imposible, traducir en palabras sentimientos inexplicables. Los aficionados sabemos que no hay explicación ni nombres que valgan, que el ídolo se va a retirar o se va a ir a la primer oportunidad que tenga a otro equipo (porque antes que tu ídolo, antes que la verdad definitiva, es primero un hombre de familia y tiene que pensar en lo mejor para ellos. Y lo mejor para su familia es una pantalla de plasma de 50 pulgadas antes que una de 40, en casi todos los casos). Así es el amor, que le pregunten a San Pascualito Rey si no.

y luego ante ayer festejé en todo lo alto la victoria de Pumas en la final, y tal vez el domingo esté sufriendo de nuevo por la casi segura derrota de los Toros y el sábado los penales me deparen una sorpresa desagradable en las lejanas e indómitas tierras de Inglaterra. Tal vez redescubra (porque esto es algo que a los aficionados siempre se nos olvida) que todo mi nerviosismo y la innatural velocidad con la que estuvo latiendo mi corazón desde los tiempos extras no sirvieron ni valieron de nada, pero ahí estaré, sufriendo inútilmente sin preguntarme por qué, qué hago ahí.

***

luego escucho historias de gente de 50 años que recuerdan como a mi edad eran tan o más aficionados que yo, pero con el tiempo descubrieron que había cosas más importantes en la vida y me sonríen condescendientemente mientras apenas escucho sus balbuceos porque otro desborde de Messi… y me doy cuenta cuanto me odiaría si, un día, aunque sea durante un instante, me descubro así. Que vergüenza me daría haberlos abandonado (a los Toros, los Vaqueros, el Barcelona y Los Pumas), me sentiría tan un poco despreciable, tan villano.

1 comentario:

Pinche Citlali dijo...

eres un tanto fácil, amigo