24 de julio de 2011

ella era la protagonista de todos los cuentos

soy buenísimo para escribir reportes bimestrales y hacer cuentas, ordenar mi escritorio y mantener limpio mi cubículo, siempre impecable. Pero soy malísimo para hacer cartas de amor, jugar con las mascotas, caerle bien a los niños, decirle a alguna chica por la que sienta cariño cuanto la quiero, escuchar y cantar canciones de la radio. Como buen contador o administrador, no sé enamorarme. No soy como esos artistas que conocen a sus musas desde antes de verlas y cuando las conocen no las dejan ir.

desconfío de todas las caridades. Desconfío, mi vida, por supuesto, de tu sonrisa. Sobre todo de tu sonrisa. De tus pálidos ojos azules/verdes; de tu piel cuando te vas a la playa y regresas bronceada.

***

así fue la desconfianza desde el día que la conocí. Iba a salir con mi mejor amigo y me miro, que sólo lo estaba acompañando mientras la esperaba, extrañada, como si no pudiera soportar conocer a otro imbécil que a la primera se iba a enamorar de ella. Pero ese no es mi estilo y eso ella no lo sabía en ese momento. Ni nos presentamos, nomás la saludé con un ligero movimiento de cabeza que no respondió, creo.

enojado, me despedí y deje que se fueran mientras yo caminaba solo a mi casa sin saber bien que era exactamente lo que me ardía tanto, adentro: que se largaran al cine ellos dos y no ella y yo; que fuera su amiga y no mía, que a mí ni me conocía; que fuera a besarlo a él cuando la fuera a dejar a su casa en un taxi y no a mí; que estuviera engañando a su novio con él y no conmigo. Seguramente todo.

cuando mi compañero de cuarto llegó, de madrugada, me contó todo sumamente emocionado. Como a ella parecía no importarle nada de todas las cosas que él tenía que decir y como por fin, cuando lo besó, fue más bien como para que se callara y no tanto porque sintiera por él alguna atracción, cariño o deseo. O sea no un beso de ya cállate que te quiero tontuelo si no un beso de ya cállate, imbécil, esto es caridad, no es amor, no vayas a confundir jamás las cosas. ¿Sí se entiende? Claro, mi amigo, en ese momento, tenía serios problemas de autoestima así que tal vez exageraba un poco o mucho, digo tal vez ella de verdad lo quería y lo necesitaba, tal vez en serio quería ver películas juntos hasta la madrugada mientras jugueteaban como unos niños entre las cobijas que tenían para protegerse del frío en algún sillón viejo y todo eso.

***

saliendo de un bar, caminábamos a su casa de noche, muy noche, bajo una lluvia indecisa. Como íbamos caminando el trayecto se hacía largo de más porque teníamos que guarecernos en lugares improvisados a cada momento que la lluvia arreciaba y en esos momentos yo aprovechaba para besarla, desesperado y desconfiado, mirando en todo momento sobre mi hombro para cuidarnos de los asaltantes, de obstáculos ocultos por la obscuridad y de los carros que pasaban demasiado cerca de la banqueta salpicando en los charcos. Luego todo se inundó, no paraba de llover y yo no paraba de besarla para evitar la conversación y sus te quiero tan bonitos que tanto me aogibaban. Buscaba en cada uno de sus besos y abrazos algún signo delator de su traición… de alguna traición, cualquiera (no encontré nada, pero es que a quien se le ocurre buscar ahí esas cosas). El asunto era tratar de hacerla confesar que no me quería, que nada de lo que me decía era cierto. Necesitaba escucharla decirlo. Pero nunca pasó.

nunca confirmó mis sospechas así que un día, mientras comíamos pizza, para no correr ningún riesgo, la abandoné. Tenía que estar solo, que es el lugar más cómodo que conozco, donde me conozco y me entiendo mejor. Así que la dejé, como ya les dije y me fui, evitando decirle que la quería, cuanto la quería, que era muy muy bonita, durante la despedida. Que tanto la quería que lo mejor para ella era alejarse de mí, con todo y que ya casi era mi cumpleaños y yo sabía que la iba a extrañar muchísimo, y luego todos los días después de ese y todos los cumpleaños.

***

cuando se casó, yo estuve ahí. Viaje miles de kilómetros sólo para felicitarla hipócritamente y sacar foto y video y probar la cena, deliciosa. Y evitar decirle de nuevo todo lo que evité decirle antes, en momentos mucho más necesarios y oportunos que ese, en el que se veía tan contenta de blanco y todo.

(orgulloso de mí, sentado en la mesa con mis cámaras de foto y video mientras cenaba los platillos que ya estaban algo fríos, pensaba como desde que la conocí hasta ese momento me había vuelto una persona mucho más responsable, menos propensa a los sueños idiotas de antaño, más precavida, que jamás cometería la imprudencia de decirle a esa niña pálida de ojos claros que la amo, que siempre la amé como hacen todos esos idiotas en las canciones, en las series y las películas de Hollywood).

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