30 de agosto de 2008

kilómetros

lo primero que veo en las noticias, lo único, es la marcha contra la delincuencia. Y de repente me da una risa loca, más bien exagerada, imaginando que los asaltantes se organizan para ir a la marcha, ellos también, que hacen sus mantas y su cartulinas, que se visten de blanco, que se pasean entre la gente con sorna y, temerarios los cabrones, hasta aprovechan para robarse alguna carteras.

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leyendo un libro que tengo en el cuarto, me di cuenta que era un texto que ya había atacado y devorado en un sueño. Las puntuaciones, el tono y la cadencia de las palabras, si bien no las palabras en sí, ya las conocía. Tuve una sensación de deja vú que duró toda una página, hasta que dejé el libro a un lado. No sé exactamente en donde, sólo sé que a un lado, en algún lugar cercano (Lo voy a dejar ahí, decididamente, hasta que me duerma o termine de despertar. “¿Qué es esto de soñar ya bien entrada la mañana?”, me reclamo. Las imágenes se me amontonan, anárquicamente, y así las cosas, me gustaría estar borracho).

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thank you for using me

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prefiero, Mil veces, irme a aburrir junto a ti a una reunión social, a degustar queso y vino tinto, tomé tres autobuses para venir aquí, que ir a Nueva York en Invierno, a ver las luces de Manhattan desde el avión, a comer peyote, a ver al América perder 6 – 0 e irse a la segunda división. (no recuerdo otra noche tan solitaria como este sábado, estoy tan solo que podría llorar). Recuerdo el día que se murió Johnny Cash, yo no conocía a ese viejito pero todos estaban muy tristes en Radioactivo y en general, en el mundo del rock, hasta Olalla Rubio. Luego me enteré que hacia el final de su carrera hacía covers de canciones de Nine Inch Nails y de U2 y yo entendía menos. Me hipnotizaba su versión de Hurt. Me reconocía en su letra.

radioactivo desapareció cuando regresé al D.F., después de las vacaciones de Invierno, que pasé en Zamora; tiempo después me fui de la ciudad, derrotado y cansado, sin entender que hacía yo estudiando historia ni que quería. (Según yo la quería a ella -ese ser más o menos irreal, que a veces se aparece en una mujer bonita que pasa frente a ti-, pero estaba muy tonto para saber que es eso de querer o de extrañar)

la semana pasada regresé al D.F. algunas horas. Fui a la tienda de ofertas de Gandhi a comprar libros, vi a Andrés y a otros amigos de la facultad y después a Diana. Se veía hermosa cuando llegó corriendo, muy apresurada porque ya era muy tarde. Me da la impresión de que nunca entiendo nada, de que cuatro años después, sigo sin tener nada.

ahora escucho un poco más a Johnny Cash. Sus canciones son muy, muy tristes y su voz está muy desgastada, como si hubiera tomado mucho whisky durante su vida, como si hubiera besado muchas mujeres sureñas muy hermosas y a todas las hubiera querido igual.

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Desayuno

cuando desperté, ella seguía dormida. Cosa extraña, porque siempre se está yendo a cualquier lugar. Llegó el día anterior, en la tarde. Era un recuerdo, pero algo borroso, con sus contornos más o menos indefinidos por culpa del alcohol, pero poco a poco, conforme se me fue bajando la borrachera, se fue haciendo más real y cada vez más hermosa. En cuanto estuve seguro de que era real, después de abrazarla, saborear su piel y aspirar el olor de su cabello durante lo que sentí como horas, pero fueron apenas diez minutos, nos besamos en el patio.

le conté el último sueño que tuve con ella: venía a Morelia con los Boy Scouts y yo me volvía loco, al oírla, gritándome sandeces detrás de mí. La agarraba entonces de la mano y ella nomás se reía como una loca/hermosa/tonta. Tenía una trencita verde, de las que hacen los hippies. Me la llevé lejos de ahí, escondiéndola de los jefes de su tropa, verdaderos tiranos que la amaban con locura y calentura. Nos fueron a perseguir hasta los túneles de los cristeros, que ahora facilitaban nuestra huída pero algo, no sé que, seguramente el poder del amor o una mamada así, los alejó. Acabábamos en un calabozo, junto a un mago dibujado como personaje de manga, que nos protegía de las mil locuras que no dejaban de perseguirnos en esa mente tan peligrosa donde estábamos atrapados. Le conté también que cuando me desperté, hacía un calor de los mil diablos, porque estaba en Veracruz y no junto con ella en mi mente delirante. Se había descompuesto el aire acondicionado y me tuve que ir a dar un regaderazo porque estaba empapado en sudor. Omití varias partes del sueño, algunas por buen gusto y la mayoría por pudor

la historia pareció divertirle. O no sé, ya he dicho que esa niña siempre se me ha hecho indescifrable. Siempre que me despedía me hacía sentir idiota, con esa mirada tan fría que te deja con ganas mejor no irte nunca, no por amor, si no por miedo. Cuando estás con ella, está callada y de repente se ríe de ti. Así que no se si le gustó el sueño o se estaba riendo de mí; “pero me sentía feliz”, yo insistía, tratando de ser romántico como siempre, y fracasando estúpida y dramáticamente en el intento, como siempre, así que mejor me callé.

después me arrepentí de haberle contado. Dejó de hablar y de escucharme y se interesó solo en sus propios asuntos. Yo no quería levantarme, no tenía ganas de dejar de estar con ella aunque ahora estuviera en calidad de bulto, así que me puse a leer un libro. En realidad no hay nada tan quieto como los muertos... “´ándale Arturo, tu sí sabes… ser una mamada...” dije fastidiado, por mamón, porque en realidad me gusta mucho ese autor, aunque esa frase se me hizo realmente estúpida. Dejé el libro a un lado (donde sea), y empecé por su cintura, seguí con su bajo vientre y después a morderle tantito el ombligo, que está muy limpio. Ella, al principio, seguía pretendiendo que no le importaba, pero después se empezó a reír, cuando le besé las costillas. Llegué, nervioso, a sus senos, pero seguía sin decirme nada, apenas me acariciaba la espalda y la nuca y yo levanté un poco la mirada para ver que ya no sonreía, había sido nada más un instante, tenía su cara seria, triste, perdida en no sé donde. Tal vez en hace un año, porque los recuerdos siempre están donde quieren. Ignoré eso y seguí en ella y en lo mío. Llegué a su cuello, a su barbilla y luego jugué un poco con su boca; sin besarla, jugando nada más. Me distraje en sus párpados, luego en sus orejas, para provocarle escalofríos. Después besé tiernamente sus mejillas, porque también somos amigos, y al final, me hundí, lentamente, de verdad, en su boca. Me quedé ahí un buen rato pero no toda la mañana, después volví a bajar y ella ya no estaba tan silenciosa y yo estaba enamorado, ya no tan desesperado; y mientras bajaba por su pecho y por su abdomen, pensando en eso, se me salió una risa tonta, fuera de lugar pero sincera, ya no tan triste.

se fue al siguiente día. Comimos en el centro, después de que me acompañó a comprar ropa en un mercado que ella odia. Caminamos por la plaza un rato viendo a los locos y a la gente. Nos sentamos en una banca, platicamos un rato más, la besé y la acompañé al aeropuerto. Me dijo que cuando llegó a la casa, estaba en medio de un examen en su universidad y que ahora tal vez iba a reprobar su materia. No tenía idea de cómo iba a explicar el que se hubiera ido, más bien desaparecido, así como así, sin avisar.
nas
cuando regresé a mi casa, a mi cuarto, a mirar la pared y a acordarme de sus pier, me di cuenta que ya no quería leer nada, escuchar ninguna canción ni estar ahí, (sudado, empapado, en la playa), en ese catre de repente tan estúpido y tan grande, donde nada más quepo yo.