18 de febrero de 2009

sobre una película de hace año y medio y su director


• La Violencia en las películas de Paul Verhoeven.
Black Book, o Lady Vengeance a la Holandesa.

Si hay dos cosas que Paul Verhoeven sabe manejar muy bien, además del vómito y la cagada, son el sexo y la violencia. Es un maestro a la hora de mezclar todo eso en el mismo cuadro. En cuanto a la violencia, su forma de retratarla es una mezcla entre lo que hace Scorsese y lo que hacía Peckinpah.

Scorsese filma la violencia de una manera muy parecida a lo que pasa en la realidad, aún cuando es obvio que cada uno de sus planos está planeado y coreografiado hasta el último detalle: sin embargo, y esto siempre rompe mucho, cualquier suceso violento en sus películas se ve torpe e improvisado; es súbito y… como la violencia real: feo. Generalmente no te lo muestra más de un segundo; independientemente de tu nivel de morbo, casi siempre la reacción inmediata que tendrás al presenciar un momento de violencia en la vida real, es un movimiento reflejo: volteas la cara o cierras los ojos. Por eso te lo muestra nada más dos o tres cuadros y de inmediato corta o voltea la cámara a otro lugar; pero deja el sonido ambiente ahí para que no se te olvide que aunque no lo estás viendo, alguien todavía la está pasando muy mal off camera.

Y Peckinpah, por el contrario, filmaba la violencia de manera exagerada, estilizada, casi siempre alargando cada momento con una cámara lenta, lentísima, y precedíéndolo siempre con una sensación de anticipación que no te dejaba equivocarte: aquí viene la masacre (¿no han visto la Pandilla Salvaje?, siento lástima, sincera, por ustedes).

Verhoeven hace algo más o menos así: la violencia en sus pelis es súbita pero al mismo tiempo se nota muy coreografiada; no siempre la ves venir, te toma por sorpresa una y otra vez. Porque además es muy constante. Pero a diferencia de Scorsese no te permite voltear a otro lado y a diferencia de Peckinpah no estiliza las tomas con cámara lenta. Entonces todo lo sientes real y lo peor es que no puedes ver otra cosa: “hasta que esté bien muerto, seguimos, ¿ok?”, continúa, “¿querías una escena de acción?, pues aquí está, lo menos que puedes hacer es tratar de disfrutarla, güey”.

Y también, no conozco a nadie que filme el sexo con tan poco miedo ni de una manera más real. En Black Book, la película que me ocupa hoy, lo filma casi de la misma manera que lo hizo en Bajos Instintos, pero con la diferencia de que esta es una película de la segunda guerra mundial con el subtema del holocausto, no un thriller erótico. ¿Quién más hace eso? Supongo que sabe que el sexo es sexo donde sea, no va a cambiar la manera en que lo graba y lo disfruta sólo porque el tema es más solemne.

Verhoeven siempre tiene presente que el elemento de entretenimiento en cualquier cinta es importante, así que Black Book, además de tratar temas como el holocausto y la doble moral con la que se manejaban los movimientos de resistencia anti-nazis durante la ocupación, es también una historia de supervivencia y venganza, protagonizada por una mujer muy sexosa que a cada rato se está quitando la ropa porque, no sé, ¿qué no hace frío en Holanda?; y aceptémoslo, a todos nos gustan las historias de venganza y las mujeres rubias, delgadas y sexys que se quitan la ropa. Las historias de justa retribución, además, nos ayudan a creer en la humanidad… o por lo menos en el triunfo inevitable de la justicia sobre el mal; la verdad, si después de enterarnos que en X parte desconocida del Mundo se cometen injusticias horribles y nadie las castiga y luego, vemos una película donde los buenos se encargan de patearle el trasero a los malos, aunque sea de manera ficticia, podemos dormir más tranquilos. Así que esta película es la película perfecta para cualquiera que todavía quiera creer en la justicia sin la necesidad de tener que preocuparse por hacer algo al respecto.

Pero las cosas no son tan simples y desde el principio la película te anuncia a que va: la historia, ubicada hacia finales de la segunda guerra mundial en Holanda, tiene como protagonista a una mujer judía (rubia, delgada y sexy) que se esconde en la casa de una familia que la obliga a aprenderse versos de la Biblia y recitarlos antes de cada comida, para que tenga derecho a comer; y que además culpan abiertamente a los judíos mismos de su situación por no haber creído en Jesús cuando tuvieron la oportunidad, los muy idiotas. Cuando un avión bombardero aliado que está siendo atacado por cazas nazis se ve obligado a dejar caer sus bombas donde sea para poder ganar altitud, y una de ellas tiene la mala suerte de caer sobre la casa de la familia con todos adentro menos ella, lo único que le preocupa es que se acaba de quedar sin escondite.

Y esa es nuestra heroína. Con el tiempo se ve obligada a unirse a la resistencia holandesa para poder sobrevivir. Los nazis sí, son los malos, pero la resistencia no es mucho mejor: está mal organizada y sus miembros son humanos, movidos casi siempre por motivos personales más que heroicos.

Y por eso me gusta este director: como todo buen artista comprende perfectamente a la humanidad (o por lo menos tiene una idea clara de ella y en base a eso crea).

Todavía hay gente que cree que películas como Robocop y Starship Troopers (gracias Ram por esa peli) son simples películas de acción y ciencia ficción sin contenido; la presencia de la primera era clásica en las funciones de cine permanencia voluntaria del cinco hace algunos años. Y está muy bien, porque esas dos películas funcionan muy bien en el nivel más básico de entretenimiento; pero vistas con atención, son algo más que eso. En el caso de ROBOCOP, Verhoeven sabe que está haciendo una película de acción cuya trama es tan absurda que la base es que un policía asesinado revive para vengarse de sus asesinos. Como un robot… como ROBOCOP. Y se venga de los tipos que lo asesinaron a él primero a escopetazos, tomándose su tiempo, volándole la mano, luego el brazo y el torso que, como estaba protegido por un chaleco antibalas, los disparos no lo mataban, sólo lo hacían sufrir, bueno, mucho-- y al final le explotaron, literalmente y de manera muy, muy gore, la cabeza… fuera de esta escena brutal, filma todo lo demás con un ritmo y una estructura acordes a lo que esta película es en el papel. Sabe muy bien lo que está haciendo pero no se siente en lo más mínimo avergonzado y, algo muy raro en un director de una película de acción: no cree que su público sea un colectivo de gente idiota (aunque probablemente hayamos apagado el cerebro al iniciar la función). No es gratuito que la violencia sea tan brutal, demasiado para lo que acostumbramos a ver en cualquier película de acción tradicional; quiere confrontarte al mismo tiempo que te entretiene, un poco como Michael Heneke (Funny Games y un montón de otras películas enfermas), pero sin imprimirle a nada un sentimiento injustificado de superioridad moral. Además, las viñetas noticiosas y los comerciales que inserta para mostrar la decadencia de esa sociedad “futurista”, están claramente basados en nuestras obsesiones actuales, y no deberían hacernos reír, pero es que son tan divertidas.

Vean Black Book, se van a divertir, van a pensar, a sentirse asqueados, y a disfrutar.