20 de junio de 2010

el romance es aburrido

" Muchos hombres de negocios, comerciantes e industriales de la
zona han entendido que el amor imposible es cosa nefasta, no sólo para
el que ama, sino también para el desarrollo de las actividades productivas
en general.
Declaran estos lúcidos mercaderes que, por lo común, los enamorados
sin esperanza son pésimos empleados, más atentos al recuerdo de
unos ojos pardos que a la correcta realización de una nota de débito."


La Balada del Amor Imposible, Alejandro Dolina


a veces no tengo ningún problema con recordarla, en serio, el único problema, si acaso, es que en realidad hay muy pocas imágenes de archivo de donde escoger. Una vez lo piensas es evidente, nos hemos visto tan pocas veces y de manera tan fugaz: una vez cruzándonos la calle (es imposible compartir más de dos miradas). Ella iba del brazo de alguien más y yo tenía un yeso en la mano izquierda, acababa de hacerme un esguince portereando.

era de las primeras veces que jugaba, no sabía hacer nada en la cancha así que acabaron poniéndome en la portería, para que no estorbara y porque nadie tenía el corazón para sacarme. Con el tiempo fui agarrando juego y después de un mes ya era más o menos confiable, pero seguía atacando los balones con torpeza e ingenuidad. En un disparo especialmente potente metí mal las manos, aflojando en el último momento y todos mis dedos de la mano izquierda menos el pulgar se doblaron completamente hacia atrás. Tardé 2 minutos en que se me calmara el dolor y poder seguir jugando; ese día estaba estrenando guantes y no iba a dejar el partido así como así, además me acababan de hacer un gol de lo más estúpido y tenía que enmendarme. Tuve un buen juego, casi no sacaron a mi reta en lo que restaba de la hora; llegué a la casa de buen humor y a meter mi mano en hielo, pero me preocupé mucho cuando vi que se estaba poniendo morada.

fui al doctor. Me revisó y me dijo que me tenía que poner una férula y no le volví a hablar durante el resto de la consulta ni mientras me aplicaba el yeso. Estaba realmente enojado. No era su culpa, iba a haber un torneo en la escuela en dos semanas y no podía permitirme estar mal, ¿pero el que iba a saber?

***

la siguiente vez que la vi fue en un bar, durante un juego de la Selección. Se fue temprano porque tenía que salir con su novio (un patán, por cierto, como suelen ser los novios de las mujeres hermosas e imposibles en las películas, pero sobre todo en la vida real) pero me gustó tanto que apoyara sin ninguna vergüenza a Argentina mientras Messi, como si cualquier cosa, le rompía las caderas a tres de los nuestros. Y es que lo suyo no era como lo de las mujeres que van a ver a un partido de fútbol y no les importa ni madre así que apoyan al equipo contrario sólo por hacer un chiste... no, lo suyo parecía ser más o menos sincero, irónico pero silencioso, sin aspavientos ni risas estúpidas ni burlas innecesarias cuando ya íbamos perdiendo 4 - 1. No sé, tal vez estaba yo tan enajenado con ella, con su mirada, con sus aretes en forma de Catrina que nada de lo que hacía lo veía mal. Ni siquiera la manera tan torpe en la que tomaba la cerveza.

***

la última vez fue en el festival de cine, estaba yo afuera esperando a alguna súper estrella que grabar (me dijeron que alguna llegaría, tarde o temprano) cuando la vi cruzando la calle, vestida tan a la moda, como toda la gente que va a esos eventos debe vestirse y yo que nada más traía mi gorra mal puesta, mis jeans y mi playera sucia del día anterior (esa semana había sido de mucho trabajo y yo, como de costumbre, no había tenido tiempo de lavar mi ropa y toda se amontonaba amenazadora en varas esquinas de mi cuarto). Ella pasó a formar parte de la grada que estaba ahí para ver si llegaba alguien famoso y pedirle su autógrafo y una foto; en específico José María de Tavira y el tipo, siempre tan sonriente y mal afeitado y despeinado llegó, saludó a sus fans y yo en protesta de su cara (la de ella, estoy hablando de ella, siempre estoy hablando de ella últimamente; por ejemplo ayer, mientras desayunaba con mis compañeros de trabajo, ellos escuchaban que yo hablaba de las grabaciones, de editar unas cápsulas para el noticiario cuando en realidad, en clave, no hacía más que platicarles sobre su sonrisa y de como su cuerpo delgado es perfecto para el modelaje), que era de una infinita alegría no grabé nada, como era mi misión. Ese día nos quedamos sin imagen de la llegada de nadie interesante y tuve una nota menos que editar, pero yo recuerdo que a ella la vi con claridad justo frente al tal José María de Tavira que, como en ese preciso instante no estaba actuando mal en ninguna película y sí saludando a la multitud y a los periodistas, cosa que hace muy bien, no estaba haciendo el ridículo.

si hubiera querido, hubiera podido enamorarse de ella, después de todo la tenía enfrente y yo no hacía más que preguntarme como es que eso no le pasaba, de verdad no lo entendía, en fin, que hay que estar tarado...