2 de noviembre de 2011

cuando tenga 70

viendo bien las cosas, resulta bastante obvio porque hago como que detesto tanto a los viejos. Por eso, cuando yo mismo sea viejo, me odiaré como al que más. Hay que ser congruente siempre. Odiaré todo: mis arrugas, mis canas, mis pedos, mi mascota, mis recuerdos, al amor de mi vida, etc.

supongo que viviré solo la mayor parte de mi vida y tendré muchas o pocas parejas de manera intermintente a través de los años. Entonces, a la que esté conmigo cuando tenga 70 años y este a punto de morir de cáncer o cualquier otra cosa le tocará que le diga te amo.

me trataré de convencer de que la amo pero muy en el fondo sabré que es porque tengo mucho miedo de quedarme solo. Triste, pobre, moribundo y sin sentir que ame a nadie.

***

un día vi a un viejo en una librería. Se notaba que era poeta porque tenía muchos libros en la mano que iba a comprar y lo acompañaba una muchacha joven, guapa y algo desarreglada, como una intelectual, y se daban besos en la boca. Besos bastante desagradables porque él tenía la barba toda manchada de nicotina. Se notaba cierta desesperación en como se abrazaban y se miraban y se alejaban para buscar cada quien sus libros y como cuando se volvían a encontrar el la agarraba de la cintura y le plantaba un beso con toda su barba, como tratando de ser un enamorado adolescente pero ya no se acordaba como le había hecho cuando era un enamorado adolescente.

parecía que se trataba de un amor prohibido, como que él acababa de dejar a su esposa de años y a ella todo mundo le reclamaba y le hacía burla que anduviera con un viejo raboverde. Un anciano casado que conoció en ese curso de poesía post-postmoderna y que la engatuzó con sus libros, su cognac y sus pipas. Y ahora luchaban por su amor y fingían ser felices, pero como que los dos se daban cuenta de lo ridículo de sus besos. No tanto de lo desagradable. Si supieran lo desagradables que eran no se habrían besado tanto en público.

y esa fue la primera vez que me di cuenta que yo no quería ser así cuando fuera viejo y menos maestro de poesía.

luego tuve muchos maestros de poesía y de muchas otras cosas que siempre estaban tratando de ligarse a sus alumnas y me cayeron peor. Y eso que ni estaban tan viejos.

***

los viejos me cayeron más mal cuando me enteré que la chica que me gustaba andaba con un viejo como de 29 años. Que ya tenían años juntos y que el la había conquistado de la manera más romántica, sincera y ruin posible.

ya sé, ahora lo sé, que a los 29 años no eres tan viejo. Pero en ese momento el me pareció tan viejo y odioso como cualquiera. Además con su espontaneidad que la tenía tan enamorada cuando estaban juntos y tan triste cuando estaban lejos.

***

un día a mi abuelo, que nunca hablaba y siempre estaba como apesadumbrado, le dio un infarto cerebral y yo no sentí nada. Si acaso cierto rencor porque, como mi abuelito nunca decía nada, yo como que no lo quería y siempre me daba cierta curiosidad triste de saber qué se hubiera sentido quererlo como mis amigos querían a sus abuelitos, llevarlo a misa y cosas así.

como mi abuelito no decía mucho todos lo tildaban de tonto, sólo que nadie lo decía. Pero se notaba, en como se portaban con él y en las anécdotas que platicaban.

y como a mi de niño no me gustaba mucho hablar entonces todos daban por hecho que yo era un caso perdido como mi pobre abuelo, el tonto que nunca hablaba. Tan tonto era, que le daba pena ir a un banco a abrir una cuenta porque eso hubiera implicado hablar con alguien, así que mejor guardaba su dinero en su colchón. Una vez quiso ir a comprarse un refri o pagar la cuenta de un hospital o algo así de caro y se encontró con la sorpresa de que ese dinero que tenía en su colchón era ya tan viejo que no valía. Los billetes ya tenían a otras personalidades en sus fotos y ahora todos esos cientos de miles de pesos que mi abuelo había guardado con tanto esmero no servían para nada.

obvio, como mi abuelo nunca hablaba nunca se enteró del cambio de los billetes y las monedas. O tal vez sí se enteró pero le dio pena ir a cambiar su dinero cuando tuvo que hacerlo así que nunca lo hizo.

nunca se supo a ciencia cierta que pasó, con eso de que mi abuelo nunca hablaba. Y ahora que tuvo un infarto cerebral, pues menos. Pero a mí siempre se me hizo muy injusto que todos pensaran que era tan tonto por no hablar. Total, para hablar y hablar y decir puras estupideces, es mejor quedarse callado. Eso es algo de lo que muchos ni se enteran y nadie dice nada, ¿verdad?.

2 comentarios:

María dijo...

Cierto. Imagínate la cantidad de ideas que añejo para sí mismo. Es como aquel poeta que siempre escribía y escribía para luego quemar sus poemas... decía que su trabajo era tan bello, tan armónico y tan bueno que nadie merecía leer tanta belleza.

Los viejitos intelectuales son buenos en la cama (eso dícen las mujeres a las que no les importa el olor a tabaco de pipa, pis y ropa apolillada)

Iván dijo...

Eso último ya lo sabía. No me engaño, bien que sé que esos párrafos fueron pura envidia :(.