28 de noviembre de 2011

la escritora

de verdad lo intenté. Con todas mis fuerzas. Pero me dolía mucho la cabeza.

la verdadera tragedia consistió en eso. No faltaron ganas, lo que nos faltó fue suerte. No faltó amor… en palabras de los inmortales poetas norteños de Intocable.

pero en serio lo intenté. Lo recuerdo muy bien. Era muy noche, no tenía una sola aspirina y ni siquiera pude dormir. Entonces tuve que olvidarme de ella y de todos los problemas.

una muy bonita historia de amor

con que facilidad resultó, al final, que la besé. Y yo que creí que sería tan imposible como la estrella de cine que es sin su seudónimo. O la autora de teatro y de alta literatura y cuentitos de la onda que es con él.

viajera del tiempo, exploradora de todas las épocas, musa de Los Rolling Stones, Los Beatles, Bob Dylan y Woody Allen; que bonito cantas. Y que feo bailas pero nadie se da cuenta porque todos estamos tan enamorados de ti.

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inmortalidad, ¿eso qué?, la inmortalidad hubiera sido amarla por siempre, y que me amara por siempre. Conocer a sus padres, odiarnos, que me viera sacarme furiosamente un moco y decidiera con esa valentía que caracteriza todas sus decisiones no abandonarme. Eso, vida mía, hubiera sido alcanzar la inmrotalidad literaria. Retratado o no en uno de esos panfletos infames de alguna editorial cacagrande, en un cuento ganador de un premio de veinticinco mil pesos de esos que escribe y que gana sin amañar el resultado.

pero la amé no tanto por su integridad y la tenacidad que muestra en cada uno de sus explosivos reportajes periodísticos, sino por sus ojos grandes y sinceros (sobre todo cuando mientes niña guapa) y esas cosas tan románticas que se dicen los enamorados mensos y yo, que cuando la veo o la leo o la extraño, soy un verdadero diota. Babeante.

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pensándolo bien… una muy fea historia de odio, resentimiento y celos

la primera vez que tuve celos fue cuando la conocí y me di cuenta que, además de mí, seguro tenía miles de admiradores. La segunda vez que tuve celos en mi vida fue cuando una vez mientra pensaba en lo feliz que me hacías cuando me emborrachabas y nos besábamos sin culpa cuando un tarado, no sé si era tu esposo o alguno de tus fans (o tu esposo, que es al mismo tiempo tu fan más grande), te habló para dedicarte una canción hermosa de Andrés Calamaro, Flaca, y lloraste conmovida y ya no quisiste volver a besarme ni mucho menos ir a hacer el amor a pesar de mis más desesperados intentos.

"tus novelas son digas de publicación en Vanidades", le dije, ardídisimo, hacia el final de aquella noche aciaga; y continué ruin, "eres digna del seudónimo Corín Tellado, una sucesora perfecta de ese trono inmortal", con mi despiadada crítica literaria, que no era otra cosa que un ataque de celos furiosísimo.

y me gustaría decir que ese fue el final de todo, pero no lo fue. Las cosas continuaron irremediablemente su curso, empujadas por la inercia imparable que siempre agarran estas cosas. Hasta que por fin se acabaron y aquí me tienen, escribiendo nada más que cartas añorantes de quien sabe que tiempo pasado, llenas de amor y ardor mientras ella sigue alcanzando esa fama mundial que a mí siempre me pareció tan imposible y absurda en estos tiempos en los que nadie lee.

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