3 de mayo de 2010

ahora vivo en el centro

hoy me cambié de casa, y me acabo de dar cuenta que no existe tal cosa como la casa perfecta. Apenas llegué comencé a extrañar mi casa vieja, al Ram, a Farah y a Lucy, la perrita. Por este rumbo está lleno de turistas, pero no es lo mismo. Verán, a Lucy le gustaba entrar a mi cuarto y llenar de pelos mi ropa y mis cobijas y jugar con mis cosas, sobre todo mis zapatos, mis chanclas y mis gorras; y con jugar me refiero a destruirlas.

ir de vacaciones y esperar a mi regreso encontrar mi cuarto y mis pertenencias incólumes era pura ingenuidad.

verán, en casa de Ram y Farah mi cuarto no tenía una pared propiamente dicha, sólo estaba marcado el espacio y nosotros le habíamos adaptado una especie de división de tela y madera para proteger mi privacidad, una especie de Biombo que Lucy jamás alcanzó a comprender que era en esencia una pared de verdad, con su puerta de verdad que como tal había que respetar. Al principio bastaba con reforzar el lugar donde mi biombo se contraía con una o dos sillas, pero con el tiempo Lucy fue aprendiendo a superar todos los obstáculos que la vida y yo le íbamos poniendo enfrente hasta que absolutamente nada era capaz de detenerla a ella y su fuerza destructora

Lucy destroyer

la última vez que salí de la ciudad y la casa se quedó al resguardo sólo de la perrita, recuerdo haber creado una barricada insalvable para cualquier ser vivo: un catre, dos sillas, un colchón y las tres mesas plegables que usábamos en la casa, con la esperanza de evitar su entrada. Cuando regresé no me sorprendió ver que tenía otro par menos de chanclas y mi gorra favorita de los Pumas partida en dos, además de a mis peluches (unos gatitos que me regalaron) en su tapete, muy bien acomodados, su integridad física respetada, como si en vez de juguetes o rehenes fueran ahora sus amigos. Me saludó con la efusividad que caracteriza a una criatura que se presume inocente y se se fue con ellos y los abrazó y se acostó a su lado. Mi reacción fue la de siempre: le grité, la amenacé y al final hice que se escondiera debajo de una cama; que era además lo mismo que hacía cuando los Pumas o el Barcelona anotaban gol y yo festejaba. Cuando por fin salía me miraba con una cara suplicante y hermosa mientras levantaba una patita como temblando; ante esta vista lo único que yo podía hacer era comenzar a acariciarla y jugar con ella, aventarle la pelota y después ir a la tienda, comprar la cena y regalarle un pedazo de salchicha o de queso, enojado conmigo por mi propia debilidad

obviamente la enseñanza que le quedaba de todo esto, era que si se metía a mi cuarto las graves consecuencias de su falta serían unos gritos inexplicables, porque inmediatamente después obtenía caricias y pedazos de salchicha o de queso combinados con sus croquetas. Después de todo, esa perrita entiende lo que se le da la gana, y está llena de perseverancia y recursos. La voy a extrañar, pero no tanto como al Oui, pero esa es otra historia.

terminé de acondicionar mi nuevo cuarto (esto que estoy haciendo aquí, es tomarme una licencia creativa. No he acondicionado nada, todavía tengo un desmadre y no veo para cuando acomodar nada, pero esto no es un diario) y me salí al Audi. Hacía mucho que no iba al Audi y mi intención era comprarme unos ganchos y alguna playera de 25 pesos. Encontré muy rápido mi playera. Es blanca y tiene un trébol de cuatro hojas y dice my lucky shirt, después seguí buscando los ganchos, pero el calor y la multitud de gente comenazaron a abrumarme, recordé cuanto odio estar más de media hora en el Audi y comencé a buscar frenéticamente la salida, es decir, a adentrarme cada vez más y más en ese laberinto-sauna-prisión inescapable-victoria del América o de los Acereros de Pittsburgh. De vez en cuando, para abstraerme un poco de mi incomodidad, me le quedaba viendo a un puesto y compraba algo. Siguiendo esta estrategia (más bien dudosa como estrategia, seguramente comportamiento compulsivo) obtuve un disco en acetato de Real de Catorce (Mis Amigos Muertos), que es muy buen disco y me costó nomás 20 pesos, pero yo no tengo tocadiscos y no conozco a nadie que tenga, ¿alguien de ustedes podrá prestarme su toca discos?; también compré un libro, el de Tarás Bulba, que compré porque se llama igual que mi nuevo disco de Jessy Bulbo, pero investigando descubrí que es un libro clásico de aventuras que ya fue adaptado a una película. Luego, seguía yo buscando la salida cuando un señor notó mi disco de acetato y me llamó y me dijo que el tenía la discografía de MP3 de Real de Catorce; muy buena maniobra mercadológica en mi opinión, así que la compré. Acabo de escuchar el disco, está muy deprimente, pero bueno, es Blues y José Cruz un poeta maldito o algo así.

así logré gastar 100 pesos y aunque, cuando ya estaba a punto de salir del Audi vi un puesto donde vendían ganchos usados a muy buen precio, no pude comprarlos. A toda velocidad llegué a mi nueva casa y me bañé. Mira mi cuarto y me salí a comer unos makis, me di cuenta que en todo el día no me había dado nada de hambre.

el resto del día fue por lo menos muy divertido, no recuerdo otro domingo así, hay cosas que nada más deberían pasar los lunes.