24 de mayo de 2010

soldadito de hojalata

I, am a little tin soldier
that wants to jump into your fire
you are a look in your eye
a dream passing by in the sky


The Small Faces, Tin Soldier


***


“¿quién es ella, esa de la que siempre estás hablando?” me pregunta un día que me ve sentado solo en un café.


“probablemente es un producto de mi imaginación”, concedo; sonríe entre satisfecha y burlona, “un invento que cuento para ponerte celosa por si lo llegas a escuchar”


“sí”


Llega mi cita que había ido a lavarse las manos o que se yo.


“mira”, le digo, “precisamente estábamos hablando de ti, de la poca probabilidad de tu existencia... ¿tú también la ves?” pregunto.


“sí, también la veo, es realmente más hermosa de como la cuentas” me dice, atentísima a sus ojos, que son grandes e hipnotizantes, bien bonitos.


“pero su vestido, ¿tu también lo ves verde?, las alucinaciones colectivas generalmente suelen diferir en pequeños detalles”


“no, la veo igual que tú, me gusta su vestido verde, como combina con el color de las uñas de sus pies” y se sienta en la mesa sin que nadie la invite, creo al principio, pero luego noto como la estaban viendo esos ojos grandes y entiendo perfectamente que fue esa mirada la que, carajo.


“¿Qué vas a pedir?” pregunto por cortesía, más celoso que nunca en mi vida.


Ya se están agarrando de la mano, no puede ser, todo parece indicar que estoy presenciando algo que se ve muy rara vez en la vida: el nacimiento de un amor a primera vista.


“no sé”


***


no estoy hablando de casos hipotéticos, de viajes en el tiempo o guerras interestelares, si no de realidades palpables, comprobables como los artículos de una revista de divulgación científica, estoy hablando de tu presencia en este lugar como un fenómeno real, imaginario, debatible (si vino, no vino, las consecuencias a la estabilidad de los recuerdos fueron estos, etc.) no como un archivo de MP3, que cuando desaparezca nuestra civilización los arqueólogos se quedarán solamente con los discos de acetato que se encuentren cuando excaven y no encontrarán rastros de que tú, yo, nos dedicábamos canciones ridículas que intercambiábamos en archivos adjuntos del mail;


si antes de conocerte hubiera sabido que estaría escuchando canciones tan ridículas por ti, sólo por ti y que tú te quedarías con tu indie subterráneo, de más abajo de la alcantarilla, que haríamos esos ridículos tan intensos y que nos iríamos a dormir y despertaríamos con tantas ganas de haber encontrado que se yo, pinche niña inolvidable.