12 de julio de 2012

La guerra interminable.

la amo, por supuesto que la amo. Insistió el espadachín, que se creía moribundo pero solamente estaba borracho.

"pero con la finalidad de que no se entere, la insulto hasta que está furiosa, niego apreciar su infinita belleza y le digo que es fea como una blasfemia. Le aviento fruta podrida a manera de broma, me comporto como un colegial. Que risa da. Me detesta".

"pero es que soy un espadachín, un temible asesino a sueldo, no puedo permitir que me sepan enamorado. No se vería nada bien verme por la calle con un ramo de flores en la mano en lugar de atento a la empuñadura de mi espada, lista para desenfundar" reflexiona muy serio y con toda la razón, el espadachín que antes de andarse enamorando tenía una reputacipon que cuidar.

estaba en una sucia cama del hospital de campaña, ya sin una pierna, ya casi sin un brazo ese ridículo asesino, infeliz asesino, brutal como sólo pudo haber sido brutal un siglo XVII con muchas guerras y sin antibióticos pero si con mucho alcohol, mucha hombría que andar probando degollando gargantas y con putas y sobre todo mucha religión.

la batalla ese día había sido especialmente brutal. Ya no le quedaban prácticamente amigos vivos y los que le quedaban ya estarían más de aquel lado que de este. ¿Pero qué se le iba a hacer?, así eran las guerras en el futuro: las luchas contra razas alienígenas que nada entendían de la convención de Ginebra, de reglas de combate y de piedad eran otra cosa, existía otro nivel de barbarie y de crueldad.

habían muerto unos miles pero por lo menos ya era suyo el asteroide y los generales podían descansar tranquilos esa noche.

y es que haber avanzado aunque fuera unos metros las trincheras, era razón para celebrar, ¿no?, se podía pensar que había valido la pena casi morir, quedarse sin un brazo y sin una pierna, al borde de la muerte y con el corazón roto-- "le hubiera dicho en la escuela, donde la conocí, cuanto me gustaba a la condenada", no dejaba de dejarse en ridículo el valiente soldado diciendo ese tipo de cosas en voz alta. Todos lo estaban escuchando, ¿qué no se daba cuenta? Dios.

si sólo le hubiera dicho algo, se lamenta ahora ya delirando. El pobre, con la gangrena avanzando por su cuerpo. Lo mal que olía, caray.

1 comentario:

Unknown dijo...

El final es encantador.. :D -Polett-