7 de septiembre de 2014

Y ahora voy a tratar de explicarles porque me gusta Cortázar.

Voy a leer porque sabes que me gusta leer.

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Como muchos, empecé a leer a Cortázar cuando era adolescente y obviamente, no le entendí un pito.

Peor porque lo primero que leí fue Rayuela y lo leí en orden, no salteado, porque a mí nadie va a venirme a decir como leer su libro.

Después, ya con canas, lo volví a leer y lo entendí menos. Pero como es de esperarse en las historias de redención personal, me gustó más.

Y eso que no soporto a casi ninguno de sus personajes. Si acaso a Talita y a Traveler, pero ese, creo, no es el punto.

Los personajes importan bien poco y menos aún la trama. Es como si Horacio mismo supiera lo poco importante que es su vida como argumento de una novela y por eso es tan absurda y, si leemos un recuento (como yo hace rato en wikipedia), nos va a parecer sin sentido y aburrida.

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También pensé en empezar este texto así:

Cortázar me gusta mucho, siempre que lo leo lo disfruto como un idiota porque, como cuando tenía 18, no le entiendo ni madre. La mitad de sus referencia a músicos de jazz y filósofos franceses me pasan volando por encima y ya nunca vuelven, la otra mitad no las detecto.

Pero cuando me di cuenta que los libros de Cortázar son mis favoritos para tenerlos en el baño y abrirlos en una página rándom cualquiera, entendí que no tenía que preocuparme por entenderlos. El asunto es disfrutar y pocos libros disfruto tanto como los de Cortázar.

Supongo que tiene algo que ver con el estilo, con como conviven con tanta naturalidad en el mismo enunciado, las referencias más eruditas que pudo imaginar un mamón tan grande como tiene que ser un escritor argentino que vive en París a mediados de los 50's, junto con un humor tan absurdo, simple y bufonesco que no desentonaría en una película gringa.

Que le importa a él porque me gusta, es lo que estoy tratando de decir.

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Y ese, supongo, o siempre he querido entender, es el punto de Cortázar, que la libertad con la que escribió es la misma libertad que tienes para leerlo y tu sabrás.

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Y para terminar, vuelvo al principio:

Cuando estudiaba en Guadalajara tenía una maestra de literatura de esas mamonas y prepotentes que te tratan como un imbécil y que, obviamente, cuando termina el semestre, logran que todos en el grupo, menos el raro al que ya le gustaba leer desde antes, detesten la literatura y no vuelvan a tocar un libro en su vida.

Pero una vez dijo algo que a mí se me hizo muy inteligente porque estoy de acuerdo con eso: A Rayuela no tienes que entenderle y quien trate de explicártela está mintiendo o ellos mismos se avergüenzan de no haber entendido nada.

Claro que inmediatamente después de decir esto, procedió a tratar de explicarnos Rayuela.

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